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Recetas de otoño


Esto no es una receta de como hacer una calabaza de Halloween, son dos recetas de qué hacer con lo que te sobra de hacer una calabaza de Halloween.

No es que sea una tradición que sigamos mucho, pero a la pequeña le hace gracia eso de disfrazarse de vampiro y dar sustos. Y como cada vez estamos mas influenciados por el mundo anglosajón, pues no seré yo quien le quite las ganas. Además yo soy la primera que se lo pasa en grande decorando la casa y disfrazándose (tengo unos colmillos nuevos este año que se pegan a los dientes con pegamento de dentadura postiza y te duran todo el día, jeje!!).
Pero como decía antes, este post no es para hablar de Halloween, es para contaros que hacer con lo que sobra de hacer una calabaza.

Este fin de semana hicimos una calabaza enorme con dos caritas, una de miedo y otra sonriente. y cuando terminamos, me encuentro en una fuente con todas las pipas, la pulpa y las fibras. Y entonces me acordé de cuando mi madre hacía cabello de ángel. 
Esta receta es como una mermelada que se hace con las fibras de la calabaza verde (o cibra). Pero la calabaza naranja no proporciona una fibra muy jugosa, con lo que descarté hacer cabello de ángel, y como tampoco tenía mucha pulpa, no podía hacer crema. Entonces se me ocurrió hacer una crema, pero dulce, juntando las dos ideas. Hace mucho tiempo leí una receta de una crema parecida a las natillas que se hace en Estados Unidos con la calabaza naranja, y que es para postre de Halloween. Pero como no he sido capaz de encontrarla, me he inventado la mía propia. 
Las cantidades son orientativas, ya que la cantidad de azúcar debe ser como la mitad del peso de la pulpa que tengamos. Se pone todo en una cazuela a fuego lento y se le añade un poco de agua (no mucha, que la pulpa suelta su propio jugo y si no sale la crema muy líquida). Se deja a fuego lento media hora y se le da vueltas de vez en cuando y se le añade una pizca de pimienta (pizca pequeñísima) y canela molida. Si se seca mucho, se le añade agua calentita (para no romper la cocción) y no se tapa, que el azúcar crece con la presión y se sale de la cazuela (algún día os contaré a nefasta experiencia de hacer mermelada de fresa en la olla express…. todavía me acuerdo, pero esa es otra historia).

Durante esa media hora, me puse a tejer un poco (claro, como me iba yo a quedar quieta un rato!!). Este año me he hecho el propósito de aprender a hacer algo mas que punto bobo o musgo con las dos agujas. Estoy en ello, ya casi se hacer calados y he perfeccionado bastante mis ochos. Pues eso, media hora de vuelta del derecho y vuelta del revés…
Cuando ya esta todo cocido, se retira del fuego y se pasa por la batidora. Entonces la cocina se llena de un olor muy dulce a canela, y de gente que se acerca a ver que se está cociendo (cuando hago lentejas no se asoman, que listos!!).
Yo esperé a que se enfriara un poco antes de meterlo en la nevera. Para servir, se preparan una tacitas con yogur batido (no se le añade azúcar, que la crema ya es bastante dulce) y encima la crema de calabaza. Se decora con un poco mas de yogur y unas pipas peladas. No duro en la merienda ni un minuto.

Y la otra cuestión era que hacer con las pipas. Os tengo que contar que las pipas me encantan, las de calabaza y las de girasol. Uno de mis mejores recuerdos infantiles es el de comer pipas viendo una peli, todos en casa. Ver como mi madre comía pipas a una velocidad de vértigo (comedora de carreras) y hacer montoncillos de pipas ya peladas para luego comérmelas todas del tirón.
También hay que decir que las de girasol son mis favoritas, pero las de calabaza son las de mi pequeña. Su abuelo se entretiene mucho con ella pelándoselas y colocándolas en fila para luego contarlas y compartirlas (creo que es una buena manera de aprender a contar). 

La verdad es que tenía muchas pipas, con lo que las lavé y decidí tostarlas para luego comérnoslas. Como no sabía como hacer, las puse en una sartén a fuego muy lento y le añadí sal . De vez en cuando les daba vueltas y se les desprendía la pielecilla que tienen alrededor. Entonces las ponía en un plato, limpiaba la sartén y volvía a repetir la operación de la sal y el tostado. Así hasta tres veces, hasta que se pusieron de color blanco mate y empezaron a crujir un poquito. Ya estaban listas para enfriarlas y comérselas.
El ratito de tostarlas, hice una calabacita de ganchillo de decoración para el bodegón. Es una bolita de ganchillo cosida como en la técnica del kanzashi. Le falta el rabito, pero hace muy bien de hermana pequeña de las otras calabazas.

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